Guiones del Cine Mexicano: ¡Esquina bajan!

Por Abraham Jaime Villavicencio

La inserción de personajes que es común encontrar en el día a día en México, es un recurso que Alejandro Galindo utiliza con frecuencia. Los problemas de la vida cotidiana son de un gran atractivo para él y constituyen la gran mayoría de su obra. Esto provocó que los mexicanos de aquella época se identificaran y empatizaran con los personajes de sus cintas con facilidad y reconocimiento. ¡Esquina bajan! (1948) fue una de sus tantas películas con las que cautivo a la audiencia y a la academia por igual. En la ceremonia de los premios Ariel del año 1949 se alzó con el galardón de Mejor guion adaptado.

La película gira alrededor de un chofer atrabancado, impulsivo y de carácter explosivo llamado Gregorio del Prado y cómo la lucha por el control de una nueva ruta con la compañía rival desata una serie de altercados y traiciones. Ante la falta de decoro de los choferes en general, se propone una iniciativa en la que se incita a los trabajadores del transporte público a ser más corteses en su trato con los clientes. Aunque al principio con renuencia, Gregorio modera su carácter y se porta con gentileza.

Su cambio de actitud deriva en el encuentro con Cholita, una mujer que lo desvía de su ruta para dejarla en la puerta de su casa. Como consecuencia, Gregorio es sometido a juicio frente a un intolerante comité y se le expulsa de la compañía. Su único consuelo es el beneplácito de Cholita, consuelo que le dura poco al descubrir que ella trabaja para la compañía rival y que lo desvío con el propósito de sabotearlo a él y, por ende, a la compañía para la que trabajaba. Con la culpa carcomiéndole la conciencia y el corazón, Cholita ayuda a Gregorio a recuperar su trabajo y a ganar la lucha por la nueva ruta.

El guion progresa con ligereza y el tono cómico con el que se retratan las situaciones ayuda a aumentar la sensación de agilidad en la cinta. Aunque el conflicto general sea la lucha por una ruta, la película trata en realidad de las complicaciones características de toda historia de amor, por las que tienen que pasar un par de desconocidos para unirse en una relación de pareja. El atractivo general de la cinta radica ahí mismo, en la historia de amor con la que cualquiera sueña al anochecer.

La mente maestra detrás de la película, Alejandro Galindo, amasó una filmografía abundante y prestigiosa, pero su meta no siempre fue esa. En los inicios de su vida profesional, ingresó en la Universidad Nacional de México con el objetivo de convertirse en dentista, pero tras asistir a un par de rodajes de la mano del productor Germán Camus, cayó entre las tenaces fauces de la industria fílmica y le fue imposible escapar de ella.

Con la urgente necesidad de adquirir las herramientas fundamentales para desarrollar una carrera cinematográfica efectiva, se mudo a Norteamérica y emprendió una serie de estudios rigurosos y extensos, entre los que se cuentan técnicas de construcción dramática, fotografía, edición y guionismo. Su entusiasmo y disposición por el séptimo arte lo condujo a traducir películas al español de estudios cinematográficos tales como Columbia Pictures y MGM.

Aunque se podría pensar que entre el radio y el cine existe una brecha enorme casi imposible de franquear, la primera aproximación a la dirección de actores de Alejandro Galindo fue en una radio difusora. Con las enseñanzas y los consejos brindados por el director Gregory La Cava, se especializó en dirigir actores y desarrollar libretos para la radio.

Su regreso a México constituyó su incursión en la industria nacional. Al principio estuvo a cargo de argumentos de cintas como La isla maldita (1934) y El baúl macabro (1936), pero no mucho después debutaría como director y lo haría de forma espléndida con su primera película titulada Almas rebeldes (1937). Ese fue el primero de muchos proyectos que le sucederían hasta conformar una de las carreras mejor cimentadas en México. Entre ellas relucen Tú eres la luz (1946), Hermoso ideal (1948) y Doña Perfecta (1951).

Además de ser un prolífico autor de la época de oro del cine mexicano, también fue un excelente profesor en escuelas de alto prestigio como el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC). Su arraigado compromiso con la industria nacional lo llevo a develar los secretos del oficio a las nuevas generaciones de cineastas en potencia de México.

La aportación de Alejandro Galindo a la industria nacional es inmensurable. Sus películas describen un amplio abanico de temas que lo inquietaban del mexicano y los exponía con presteza y anhelo. No es descabellado declarar que su obra destila un pasional amor por la cultura mexicana y sus integrantes. ¡Esquina bajan! es sin duda, una de sus tantas películas por las que vale la pena ahondar en la filmografía de este inagotable cineastas nacional.

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