Lee el guion de Citizen Kane

Por Daniela Guivini Salgado Correa

“Una sola palabra no puede explicar la vida de un hombre…”

Este filme no necesita demasiada introducción, ya que, en la historia de la cultura cinematográfica es uno de los más minuciosamente analizados y elogiados hasta el punto del cansancio. Se le considera posiblemente como la mejor película de todos los tiempos, una obra maestra, pero, como todo en esta vida, la perspectiva en estos casos es subjetiva y potencialmente debatible tomando en cuenta que el arte en sí mismo lo es y existe para ser cuestionado, analizado y reflexionado. 

Esta obra tan reconocida fue escrita por Herman J. Mankiewicz en colaboración con Orson Welles, también director y actor principal de la misma. El primero previamente ya había escrito para periódicos como el Chicago Tribune y The New York Times; desde crítica dramática hasta como corresponsal, por lo que, hace mucho sentido su retrato del turbio mundo del periodismo. Por otro lado, Orson se destacó previa y posteriormente por su versatilidad en medios como la radio, teatro y evidentemente el cine, con películas como “Touch of Evil”, “Macbeth” y “Otelo” pero, su capacidad para contar historias inmersivas quedó clara desde su programa de radio “La Guerra de los Mundos” que, simpáticamente, le hizo creer a mucha gente que había una invasión alienígena real. 

Particularmente en esta cinta, la que fue su ópera prima, se sumergió en una exploración de las consecuencias que acarrea el mundo materialista de la fama y la riqueza excesiva en la vida de un hombre simple. Cabe recalcar que les valió a ambos cineastas el premio Oscar por mejor guion original.

La trama tiene como protagonista a Charles Foster Kane, a quien le fue cedida una enorme fortuna cuando apenas era un niño y su vida cambió por completo Pasó de jugar en la nieve con su trineo a vivir con burgueses, totalmente alejado de su familia y dirigiendo un imperio de periodismo y comunicaciones. Una de las herramientas más enaltecidas de esta película es el uso del macguffin, término acuñado por Hitchcock que se refiere a un elemento que conduce la historia, pero no es realmente relevante para la trama. En este caso, es la famosa línea que dice Kane al morir: “Rosebud”, la cual se vuelve la excusa perfecta y el hilo conductor para recrearnos su vida entera. Entonces, de ese punto en adelante los periodistas buscan una historia que resuelva el misterio de las últimas palabras del magnate en su lecho de muerte. 

Uno de los temas que más resuenan en el argumento es el del poder; el que ejercen los medios de comunicación y, específicamente, el de Kane como simple individuo. Resalta su capacidad manipuladora ante las masas que, conforme pasa el tiempo, lo hace ir perdiendo más y más su humanidad, así como, su percepción de la realidad y termina viviendo en una totalmente deformada, vacía y sin sentido, justamente como el mausoleo que le construyó a Susan, su segunda esposa, el monstruoso y misterioso Xanadú.                                   

La introspección que hace la película incluso me recuerda al título de la novela de Milan Kundera, “La Insoportable Levedad del Ser”; y es que, cuando no se tiene esa abundancia financiera, se está constantemente en la búsqueda, con un objetivo fijo, pero, cuando se tiene todo, queda mucho más tiempo para reflexionar sobre la existencia misma y, así, llegar a perderle el sentido. Incluso hacia el final del filme, Susan (Dorothy Comingore) le hace ver a Kane que se está perdido en la inmensidad de su megalomanía con la frase “solo sabes pagar cuando quieres algo”. Realmente ya no conoce otra forma de relacionarse y mucho menos de generar lazos, ni amorosos, ni de amistad. Ya ni siquiera los conflictos de interés o la política detrás de estos medios son suficiente para llenarlo.

Hay una alienación y desconexión extrema, esa del tipo que deshumaniza iconos. El mismo Kane lo fomentó en su momento con su estilo de periodismo, por ello, termina recibiendo ese mismo trato indiferente cuando muere. Todos desesperados solo por obtener el titular, lo que va a vender a costa de lo que sea y, es en extremo contrastante cuando descubrimos que el gran misterio de Rosebud” solo era un recuerdo dulce y simple de su niñez, un momento de su vida en que todo era más sencillo y tenía sentido. De esas memorias singulares que todos tenemos, llenas de pureza e inocencia, que ni siquiera hay que desentrañar porque ahí radica su esencia, en sentirlo sin razonarlo. Se puede interpretar como uno de sus únicos momentos como ser humano, en que la egolatría y obsesión por manipular no envolvían su vida. Finalmente, ocurre la quema simbólica de su trineo de la niñez que, nos retrata por última vez esas características que lo llevaron de la cima “triunfante” a su estrepitosa, lenta y dolorosa caída. Un impactante contrapunto que deja al espectador con un sabor de boca melancólico, el cual ha dado de qué hablar por años y se espera, lo siga haciendo por otros tantos.

Lee el guion AQUÍ.

@EscribeCine