Lee el guion de City Lights

Por Daniela Guivini Salgado Correa

Una de las películas más aclamadas y reconocidas en la historia del cine occidental y, si no es que, la más representativa del cine silente. Obra escrita y dirigida por la leyenda británica, influencia de incontables artistas y referencia obligada en el mundo del entretenimiento: el gran cineasta Charlie Chaplin, quien, de hecho, reconoció este como su proyecto favorito. Lanzado en 1931, tres años después de la llegada del cine sonoro, junto con el evidente y gigantesco reajuste que esto implicaba para la industria. Por lo que, bajo dicho contexto, esta apuesta de Chaplin representaba un movimiento disidente y casi rebelde. Tomó como reto artístico crear una película muda bajo estas circunstancias y, utilizó todo esto como estrategia de venta, incluso se mofa de las llamadas “talkies”, siendo especialmente claro con su secuencia de inicio. 

Pero, más allá de eso, busca y, evidentemente logra, engrandecer la belleza y la precisión de este estilo de cine, el cual le permitió volverse un genio del trazo cinematográfico estrictamente coreografiado: su amado cine mudo, humorístico y de pantomima o, como se le conoce, slapstick. Y es que las características ya mencionadas se desbordan en la lectura del guion, ya que su formato tan particular está totalmente distanciado del estándar de la industria actual. Es muy enriquecedor sumergirse en esta lectura por su estructura tan técnica y puntual, que narra exclusivamente las acciones más mecánicas de los personajes, indicaciones concisas como los intertítulos, valores de plano e incluso los fades. Todas planteadas con profundo detenimiento, ensayadas con esmero y ejecutadas hasta la perfección.

La comedia física de Chaplin lo puso en un pedestal tanto en su época como hasta nuestros días y, además, cabe recalcar que entre sus muchas aptitudes se enlistan: actor, cómico, guionista, productor, director, editor y hasta compositor. Con esta cinta, como mucho de su trabajo; el cual asciende a 80 filmes rodados (cinco hablados), toca temas desde el contexto y el subtexto, concretamente aquí hace una crítica al capitalismo y exalta la lucha de clases a través de la comedia romántica. 

La historia va de su icónico personaje “Charlot, The Tramp, un vagabundo torpe pero caballeroso y de buen corazón, que en esta ocasión se ha enamorado de una humilde florista invidente con problemas financieros, quien lo ha confundido con un benefactor rico, lo cual Charlot nunca desmiente y, continúa alentando. La apoya económicamente como puede y pasa tiempo de calidad a su lado. Entre estas formas de auxiliarla, está la ayuda medianamente involuntaria de su “amigo” Millonario quien lo adora cuando está borracho porque lo salvó de suicidarse. Le regala dinero y lo lleva a lugares caros, pero lo desconoce y rechaza cuando está sobrio. En consecuencia, Charlot no puede depender de su dinero o comodidades privilegiadas y tiene que buscar diversos empleos entre los que están recoger basura y hasta concursar en una pelea de boxeo, pero, por azares del destino la policía sospecha que le robó al Millonario y termina en la cárcel, no sin antes haberle entregado dinero a su amada para que pueda hacerse una cirugía y recuperar su vista. Finalmente, al por fin salir de prisión, se reencuentra con ella en una de las escenas más afamadas del cine silente y en realidad, del cine en general. Una secuencia de maestría impresionante por su lenguaje de narrativa puramente visual y su diligente manejo de ritmo en montaje. Un trabajo muy intuitivo y orgánico que logra cohesionar todos los elementos y, además hace que parezca simple, simpático y natural. De hecho, probablemente en eso radica bastante el encanto del prolífico trabajo de Chaplin: su aparente simplicidad, pero, lo cierto es que detrás de ese nivel de consistencia son esenciales los detalles del afanoso trabajo detrás de cámaras, así como el de guion y la impecable ejecución. 

Entonces, podríamos decir que Charlie se caracteriza por tener y exponer ante las masas un espíritu meticuloso, ávido y quizá hasta activista; ya que entre los subtemas que atraviesa esta cinta se encuentran: la hipocresía burguesa y la desigualdad e injusticia social; principalmente retratadas por el personaje del Millonario y, para crear un conflicto claro y sencillo también está la contraparte de la esperanza, la bondad y el amor desinteresado, que se plasma con la relación del Vagabundo con la Chica Florista. Este tipo de oposición es mucho más radical en películas como, por ejemplo. “El Gran Dictador”, su primer filme hablado, que es una fuerte crítica a Hitler y al nazismo. Ideales que permean su trabajo y por los que justamente se le tachó de “peligrosamente progresista y amoral”, incluso fue declarado “persona con actividad antiamericana” por el Comité de Actividades Antiestadounidense y, debido a su amistad con comunistas reconocidos y su asistencia a reuniones de diplomáticos soviéticos terminó siendo exiliado y pasó sus últimos días en Suiza. 

Y bien, ahora que hemos cubierto sus logros y su maestría cinematográfica llega el eterno dilema de si se debe separar la obra del autor o, si es parte integral de este. Y es que, es clara la aportación de este cineasta a la cultura, tanto que ha entrado en el mundo moderno de la sobre idealización, el universo de los iconos glorificados y, por lo tanto, en la privilegiada y replicada alabanza de la visión euro centrista. Tema que le ha generado ruido por generaciones a cierta parte del gremio cinematográfico. Pero no solo es eso, incluso pasa a segundo término cuando se recuerdan las acciones por las que nunca se les responsabilizó en su momento a personalidades como Chaplin, y es claro que los tiempos eran otros, pero es importante al menos estar consciente de situaciones como el hecho de que dos de sus esposas tenían dieciséis años cuando él tenía ya más de treinta y que su último matrimonio (de cuatro) tenía dieciocho cuando él ya tenía cincuenta y cuatro. Nadie puede negar su indiscutible talento, pero, si se hacen análisis y adulaciones es importante ser objetivos y hacerlo desde una perspectiva realmente cabal. En conclusión, para analizar propiamente una obra de arte hay que cubrir muchos aspectos, incluido el artista, su vida, su contexto y cuestionarse todo, no simplemente adorar ciegamente porque un grupo seleccionado dijo que así debía ser. Hay que ser responsables de los discursos que replicamos y reflexionar sobre lo que pretendemos no ver o, a lo que simplemente le restamos importancia por nuestra propia comodidad. 

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