Lee el guion de Evil Dead

Por Abraham Jaime Villavicencio

En 2013, de la mano de Fede Álvarez como director y de Rodo Sayagues como guionista, Sam Rami produjo Evil Dead, un remake de una de las películas de culto mejor valoradas y significativas dentro del género de terror. Considera un clásico por los entusiastas del género, The Evil Dead (1981) se consagro como una de las películas independientes con mejor recepción y se le agregó a la lista de las mejores películas de terror de todos los tiempos.

Hacer un remake no es tarea fácil y tampoco es un trabajo que deba de tomarse a la ligera. A lo largo de la historia se han realizado un sin número de intentos por hacerlos bien y a la mayoría el estrepitoso fracaso les explota en la cara. Algunos se abordan con la intención proponer algo nuevo, pero se olvidan completamente de la historia original. Otros, en cambio, son una calca descarada y malograda de la auténtica. Pero también, aunque pocos, los hay de esplendorosa calidad, cuya pericia rescata las virtudes de su predecesora y las lleva en una dirección completamente diferente, pero efectiva y satisfactoria.

Tal es el caso de Evil Dead. Un remake que destila un amor inusitado por el material original, pero que no teme innovar e integrar elementos y convenciones contemporáneos del género. El núcleo de la película es el mismo, un grupo de jóvenes amigos se exilia en una cabaña en medio de la nada y, con el descubrimiento de un artefacto de sospechoso procedencia, desatan una maldición. Es en el guion y en la realización, en donde se presentan una serie de cambios que la diferencian de la original y le confieren cualidades dignas de congratularse como uno de los mejores remakes jamás concebidos.

Es necesario hacer hincapié en que la película original pertenece a la serie b, género cuya principal característica y encanto radica en su bajo presupuesto. Por otro lado, el remake es un proyecto de alto presupuesto que muy fácilmente pudo haberse podrido sepultado bajo montañas de billetes, pero el director nunca perdió de vista las sensaciones predominantes de la antigua película y las trasladó con maestría a la nueva, para entregar un producto de alta calidad que satisface tanto a los seguidores de hueso colorado de la franquicia, como a las nuevas audiencias.

La cinta está plagada de lugares comunes. La cabaña en medio de la nada, un grupo de amigos y una maldición con el persistente objetivo de asesinarlos. Nada que no se haya visto con anterioridad y que, de hecho, no se haya probado hasta la saciedad. Sin embargo, fue la película original la que asentó estos tropos y los popularizó. Es por eso por lo que, en el esfuerzo por reimaginar la historia, se pensaron en motivos originales por los cuales los personajes se desterraran en dicha cabaña.

Es típico ver este planteamiento con personajes que buscan divertirse en un lugar a las afueras de la ciudad. Es en esta aseveración en la que el remake acierta con su primera innovación. El motivo detrás de ir a la cabaña, es aislarse para ayudar a una de las amigas a ganar su afanosa lucha contra una tortuosa adicción a las drogas. Pudiera parecer una nimiedad indigna de ser mencionada, pero es en esos pequeños detalles en los que a un argumento obsoleto se le saca brillo y se le pule para hacerlo pertinente de acuerdo con un contexto actual y verosímil.

Los personajes conforman otro de los grandes pilares que sostienen la película, desgraciadamente es en este aspecto, en el que el remake contiene su debilidad de mayor envergadura. Mientras que en la original las personalidades eran uno de los puntos de mayor atractivo por su envidiable carisma, en la reinterpretación carecen de lo necesario para merecer la pena ser recordadas. Son personajes estereotípicos, planos y superficiales. El tipo que aparentemente estaba destinado a reemplazar a Ash, tiene el carisma de una roca. Fue una grata sorpresa, el hecho de que en un giro espectacular fuera la chica con problemas de drogas quien reemplazara a Ash, pues se trata de la misma que en toda la cinta estuvo poseída.

El ritmo es manejado de tal forma que la película se vuelve un sprint desenfrenado en el que recuperar la respiración se vuelve una maniobra maratónica. Una vez el primer incidente se desate, el espectador tiene que prepararse para una secuencia de peripecias que se desarrollan una detrás de la otra sin otorgar la mínima oportunidad de recuperar el aliento. Lo más sorprendente es que, por la constante elevación de las apuestas, en ningún sentido se vuelve cansado.

Sin lugar a duda, el mayor acierto y el motivo por el que los antiguos fans pueden encontrar esta película lo suficientemente estimulante como para compararla con la auténtica, es la esencia sangrienta y corporalmente aterradora que funge como sello de reconocimiento de esta franquicia. Las cantidades industriales de sangre y diversos fluidos grotescos, y las excesivas malformaciones que sufren los protagonistas, son los elementos imprescindibles para disfrutar de cualquier título que clame pertenecer al retorcido universo de Evil Dead.

Pero esta cinta no sólo funciona para antiguos fanáticos, también es narrativa y visualmente atractiva para todo aquel que se anime a incursionar en los parajes escabrosos que plantea. La integración de elementos tales como actuaciones no demasiado exageradas, movimientos de cámara altamente sofisticados y efectos visuales y prácticos terroríficamente abrumadores otorgan al remake texturas a las que el público moderno está más acostumbrado y disfruta con mayor placidez.

Los elementos antiguos y los innovadores danzan, fluctúan, se entretejen y se funden para crear una mezcla explosiva y terrorífica. El gore sigue ahí, el terror corporal sigue ahí, los alaridos demoniacos y desenfrenado siguen ahí, la cabaña sigue ahí y, lo más importante, la abominación sigue ahí. Es en sacar provecho de la nueva tecnología en donde se aprecian los cambios. El gore dejó se ser sugerido y se hizo más explícito, el maquillaje de hule fue reemplazado por protéticos sofisticados y CGI, las interpretaciones pasaron de ser exageradísimas a abordarse con mayor seriedad, pero las sensaciones y los escalofríos siguen siendo los mismos.

La película es un espectáculo brutal y visceral capaz de ponerle la piel de gallina hasta al espectador más escéptico, pero sus ambiciones son casi nulas. Esto en ningún aspecto se convierte en un defecto, es más bien un hecho. No hay profundidad temática y el subtexto es apenas un zarcillo de humo apenas perceptible Después de todo no es una cinta hecha para ser juzgada baja el duro escrutinio de un intelectual con el objetivo de ver una cinta que le cambie la vida.

La incorporación de un personaje adicto a las drogas, cuya condición autodestructiva orilla a sus amigos a refugiarse en una cabaña en medio de la nada, habla un poco de los derroteros morales que la cinta explora. Ese mismo personaje es el que es poseído y da muerte a todos sus acompañantes. También es el único sobreviviente de la aciaga catástrofe. En una lectura un tanto rebuscada, se puede interpretar como las consecuencias que pueden arraigar las adicciones desmesuradas a los seres queridos.

Otros conceptos relevantes en el desarrollo narrativo de la cinta son las relaciones fraternales y los lazos forjados entre amistades. A causa del distanciamiento voluntario de uno de ellos, el ambiente en la cabaña es tan tenso como la cuerda de violín a punto de reventar. La nula capacidad de otorgar perdón de los personajes los sume en una miasma de aire hostil del que sólo la muerte los puede desembarazar. Esta perspectiva dota de connotaciones moralistas a la cinta que pueden concernir al público en general.

Normalmente a una película como esta se le tacha de insulsa, insípida e innecesaria según la crítica especializada, pero eso se debe a la creencia de que una película de género no puede ser artísticamente interesante. Sí, sí tiene defectos y fallas, es imposible alcanzar la perfección y además los aciertos ofuscan por completo cualquier imperfección que se le pueda encontrar. Los lugares a los que se direcciona de entre todos los senderos que el género ofrece, se sienten frescos y la apelación melancólica con la que juega es un gran punto a su favor.

Como remake logró lo que pocos consiguen. Mantener la esencia de la película y explorar diferentes aproximaciones de esta para hacerla diferente. El balance perfecto que ofrece entre lo viejo y lo nuevo amenaza con ser un potente atractivo. De entre sus pocas ambiciones la que mejor cumplió, fue la de convertirse en una reimaginación digna de la película original. Es el tipo de remake que cualquier película que aspire a tener uno merece.

Se trata de una cinta obligada para quienes se jacten ser aficionados del género. Los fieles seguidores de la franquicia pueden encontrar un sin número de referencias a la original que los hagan sentir como en casa y el público en general puede pasar una noche de Halloween sin temor a aburrirse y con altas dosis de aversión, incomodidad y trepidación. Su visionado vale la pena y, pese a sus imperfecciones y condición de remake, se trata de una película entrañable y de lo mejor que el género tiene para ofrecer en la actualidad.

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