Estrenada en 1971, Harold and Maude nació como la tesis de maestría del escritor Colin Higgins en la UCLA, adonde llegó tras un largo recorrido en busca de encontrar su camino como escritor. Comenzó sus estudios en la Universidad de Stanford, pero perdió su beca y se mudó a Nueva York con la esperanza de convertirse en actor, sin que ello diera resultado. Su siguiente paso fue en el Ejército de los Estados Unidos, donde escribió para un periódico militar. Seis meses después, fue dado de baja y regresó a Stanford, esta vez para estudiar escritura creativa.
Colin Higgins fue uno de los guionistas más importantes de la década de 1970 y principios de la de 1980. Y aunque no logró dirigir Harold and Maude, el jefe de producción de Paramount, Robert Evans, tomó el proyecto bajo su protección.
Sin embargo, considerada demasiado extraña y subversiva, la película se estrenó con casi ninguna promoción, y en consecuencia, el público ignoró la película. Fue hasta 1983, doce años después de su estreno en cines, The New York Times informó que la película por fin había dado resultados. Esto se debió en gran medida a su enorme popularidad en las ciudades universitarias y los teatros de repertorio, donde floreció su culto.
La relación entre Harold, de 20 años, y Maude, de 80, es probablemente uno de los romances más inusuales jamás vistos en la gran pantalla. Harold no tiene rumbo en la vida, acude a un terapeuta, asiste a funerales por diversión y, para cuando lo conocemos, ha cometido diecisiete falsos suicidios. Su madre le organiza citas a lo largo de la película, pero la única mujer que le llama la atención es la vivaz y optimista Maude. Más allá de su interés común por los funerales, Maude aporta espontaneidad y risas a la vida de Harold: roba coches, posa desnuda para un escultor, evade a la policía y aprecia las más mínimas diferencias entre una flor y otra.
La personalidad poco convencional del director Hal Ashby y la música suave de Cat Steven fueron perfectas para el guion de Higgins, convirtiendo la película en un clásico obligatorio para todo amante del cine marginado e inconformista. Una comedia negra que va más allá de las características típicas del género y logra transmitir un mensaje trascendental sobre la grandeza de la vida.
Como consejo para otros escritores, Higgins resaltaba la importancia de guiar la imaginación del lector y crear una experiencia cinematográfica en su mente. Nada debe interferir para que el lector recorra mentalmente la película desde el guion.
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