Lee el guion de Singin’ in the Rain

Por Abraham Jaime Villavicencio

A finales de 1920, el séptimo arte dio un gran salto tecnológico y cultural, al transitar del cine mudo al cine sonoro. Esto constituyó una época de incertidumbre y confusión para los productores cinematográficos; muchos se mostraban escépticos ante el presunto éxito de dichosa actualización y los directores atravesaron una serie de complicaciones para poder desarrollar proyectos de esta índole. Un par de avezados escritores tomaron el periodo de transformación y lo implementaron como parte de un conflicto en una película, considerada un clásico dentro del género musical, llamada Singin in the rain.

Es difícil hablar de Betty Comden y Adolph Green por separado. Ambos conformaron una de la mancuernas más exitosas y duraderas del cine estadounidense. Su apasionante amor por los musicales les hizo merecedores de un sin número de adulaciones hacia su trabajo, y los colocó como los mayores exponentes de la comedia musical y uno de los referentes obligados para los adoradores del género. La colaboración inició en el teatro, más concretamente en un acto de cabaret. El creciente éxito de sus funciones les abrió las puertas de Broadway y posteriormente de Hollywood. Entre sus obras más destacadas se encuentran Good news (1947), The Barkleys of Broadway (1949), On the Town (1949), The Band Wagon (1953) y, la cinta que nos atañe el día de hoy, Singing in the rain (1951).

La película nos narra la historia de amor entre Don Lockwood, un afamado actor de cine mudo, y Kathy Selden, una cantante y bailarina de espectáculos. Su relación empieza y se desarrolla al tiempo que el cine sonoro hace su estelar aparición y amenaza con revolucionar o terminar con la carrera de Don.

La escena inicial nos sitúa en una alfombra roja dispuesta para la promoción de la nueva película de Don. Este es interceptado por una periodista, quien no tarda en entrevistarlo acerca de sus orígenes. Las respuestas de Don se yuxtaponen con imágenes de su pasado, en las que se presenta una historia completamente diferente a la que él expone. Él asegura haber recibido una prestigiosa educación artística, mientras que las imágenes yuxtapuestas nos hacen testigo de sus orígenes poco refinados. Al ver está escena se hace evidente el guiño de los autores hacia el inicio de sus propias carreras.

Lo más interesante del guion es la manera en la que la trama y las subtramas se entretejen de forma sencilla y orgánica hasta formar un bordado de esplendorosa calidad. Los personajes emprenden acciones que a la conclusión de alguna subtrama parecieran no cobrar ninguna consecuencia, pero que en un panorama general son los detonantes de los conflictos. Un ejemplo, es el hecho de que, en la subtrama de Don y Kathy, Lina Lamont, la pareja de pantalla de Don, es atacada con un pastel por Kathy. Esto detona en un intento de Lina por sabotear la carrera de Kathy hacia el final de la película.

También vale la pena mencionar la naturalidad y fluidez con la que las escenas cantadas se escurren por la película. Es muy común escuchar que la razón por la que muchas personas descartan el género es por lo forzadas que se sienten la escena de esta naturaleza. Este no es el caso, las canciones se deslizan en el momento indicado y hacen un derroche de emociones dignas del festival más pintoresco. En términos formales y de formato, el guion es una guía útil sobre cómo escribir los números musicales de forma clara y contundente, sin alterar la disposición de la información.

Una de estas escenas se convirtió en un icono, no solo de la historia del género musical, sino de la historia del cine en general. No podría estar hablando de otra que no fuera la que le da el título a la película. El número musical de Singin in the rain ha pasado a la historia como una de las mejores, sino es que la mejor, escena musical en la historia del cine. La escena es un tanto minimalista y no continente la pomposa coreografía, desplegada por una docena de bailarines, que normalmente acompaña a este tipo de escenas. Por el contrario, el único en escena es Don y nos transmite su felicidad con tanta intimidad que la sentimos nuestra.

El desarrollo de los personajes es mínimo y no se puede hablar de una evolución evidente al final del guion. Es muy común creer que la presencia de personajes profundos es absolutamente necesaria para que el guion funcione, pero muchas veces no es así y no quiere decir que sea un error. La verdadera destreza de un guionista está en conocer todas las herramientas a su disposición y saber usar las indicadas para un mejor funcionamiento dramático. En este caso Singin in the rain no demandaba profundidad en sus personajes y la película funciona de forma asombrosa. Eso no quiere decir que el trabajo con los personajes sea malo, cada personaje tiene un rol diferente en la historia y aunque carezcan de profundidad cada uno de ellos es fácilmente identificado y diferenciado.

El final cierra tan bien la historia que no deja espacio a elucubraciones. No queda ningún cabo suelto y es altamente satisfactorio. Me parece pertinente mencionar, que la película tiene un puñado de escenas adicionales al guion, a causa de los números musicales.

Leer el guion es una experiencia esclarecedora sobre cómo contar una historia redonda y sencilla, pero efectiva y entrañable. La narración está comprendida por momentos divertidos y destacables por la felicidad con la que irradian cada una de las escenas. Es la película de felicidad por excelencia. Cuando la terminas de ver, la comisura de tus labios te duele por la constante tensión de mantener tu sonrisa a lo largo de toda la cinta.

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