Guiones del Cine Mexicano: Río Escondido 

Por Abraham Jaime Villavicencio

La historia de México es una sucesión de eventos marcados por el sacrificio. Las peleas en busca de justicia por un país próspero acarrean consigo el sacrificio de sus partidarios. A menudo se les conmemora con monumentos y con pasajes en libros de historia citados como héroes. Leer sobre esos personajes es una experiencia enorgullecedora en la que es imposible no ser asaltado por frecuentes oleadas de pensamientos heroicos. En 1948 Emilio Fernández y Mauricio Magdaleno capturaron la esencia de los osados héroes antes mencionados y desarrollaron un argumento protagonizado por una virtuosa heroína capaz de llegar hasta las últimas consecuencias con tal de asegurar un mejor futuro para el pueblo que le da nombre a la cinta: Río escondido.

A pesar de una drástica enfermedad en el corazón, una joven maestra llamada Rosaura Salazar es mandada por el presidente de la republica al pueblo rural de Río escondido, con la encomienda de encargarse de la escuela del lugar. Al llegar debe enfrentarse al cacique Don Regino Sandoval, quien tiene sometido al pueblo bajo el yugo de su opresora voluntad. Las actitudes tiránicas del mandatario llegan a un limite que deriva en el nacimiento de intenciones de sublevación en la población y desembocan en su muerte a manos de Rosaura. Desafortunadamente, el esfuerzo sobrehumano de Rosaura termina por costarle la vida a causa de su enfermedad cardíaca. El presidente la felicita por sus logros, pero para ella ya es demasiado tarde y nunca llega a enterarse. Los habitantes del pueblo la sepultan con honor en una cripta situada en su tan amada escuela y, aunque al final la tumba yace sola, el epitafio sugiere que se despidieron de ella con la pompa digna de una heroína.

La película es una apología al patriotismo en la que se exalta a los héroes nacionales desde el minuto uno de empezada. El fervor con el que son descritas sus hazañas pone en evidencia la enorme pleitesía que le rendían los autores a este tipo de personajes. Y de forma poética adelantan el patriótico destino de la heroína en ciernes que es presentada al inicio de la cinta. El argumento deja una fuerte impresión de orgullo nacional y, en una época de auténtica estimación por el país, fue premiado con el galardón de mejor argumento original en los Premios Ariel de 1949.

Antes que cualquier otra cosa, Emilio “El indio” Fernández era un militar. A una muy corta edad se unió al contingente revolucionario liderado por Adolfo de la Huerta en contra del mandato de Álvaro Obregón. Debido a la derrota de la revolución, se vio obligado a huir del país y se trasladó a Norteamérica. Trabajó en lugares cercanos a estudios de cine, consiguió un empleo de doble y se familiarizo con la filmografía de grandes directores como Serguéi Eisenstein. En 1933 regresó a México bajo la protección de la amnistía que ofreció Lázaro Cárdenas a los revolucionarios.

Su primera aproximación a la industria fílmica nacional fue en la película Cruz diablo (1934) como actor, pero su etapa frente a las cámaras duro poco menos de diez años y se decantó por postrarse detrás de ellas como director. La isla de la pasión (1941) fue su debut como director. Con películas como Flor Silvestre (1943) y María Magdalena (1943) ganó altos niveles de prestigio a nivel nacional, pero con La perla (1945) fue reconocido internacionalmente. Sus cintas son catalogadas bajo la denominación de nacionalismo cinematográfico y junto a Pedro Armendáriz, Dolores del Río, María Félix, Gabriel Figueroa y Mauricio Magdaleno conformó uno de los equipos con mayor éxito en la taquilla de la época de oro del cine mexicano.

Mauricio Magdaleno fue un académico en toda la extensión de la palabra. Su vida profesional despegó en la Escuela de Jurisprudencia de la Universidad nacional, lugar donde estudió por dos años. Su camino hacia la profesionalización se concreto en la Facultad de Altos Estudios y después se consagró con un doctorado obtenido en la Universidad Central de Madrid. En México impartió clases de historia y de español entre 1934 y 1935.

Aparte de ostentar tan abundante carrera cinematográfica, también se hizo cargo de diversos puestos políticos, entre los que se cuentan cargos en la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, en la Secretaría de Educación Pública y en el Departamento del distrito Federal. Asimismo, fue jefe de los departamentos de Bellas Artes, Diputado al Congreso de la Unión y senador de la República.

Colaboró con Juan Bustillo Oro para crear el grupo de teatro Ahora y bajo ese sello desarrolló obras dramáticas en las que llevaba a escena los problemas sociales y políticos del país. Como novelista, sus libros de mayor relevancia son los de El resplandor (1937) y La Tierra Grande (1949). Escribió para periódicos como El Demócrata, El Nacional, El Universal y La Prensa. Como argumentista destacó por películas tales como Pueblerina (1949), Las tres perfectas casadas (1953) y Vino el remolino y nos alevantó (1950).

La concepción de Río escondido fue una aglomeración de ideas nacionalistas y patrióticas a cargo de Emilio Fernández y Mauricio Magdaleno, quienes no mostraron reparos por mostrar a un México idealizado lleno de personas justas dispuestas a alzar la voz ante cualquier injusticia o abuso de poder.

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