Lee el guion de The Grand Budapest Hotel

Por Abraham Jaime Villavicencio

El estilo es una de las diferentes marcas que resaltan la autoría de las obras. La efectiva identificación de las particularidades de cada autor permite al público identificar a la mente maestra detrás de sus obras favoritas. Los hay de muchos tipos; similares u opuestos, opulentos o minimalistas, uniformes o caóticos. A primera vista pudiera parecer una cárcel infranqueable a la que el creador, una vez encontrado su estilo, se tiene que someter. Pero es más bien un jardín, aparentemente homogéneo, capaz de ofrecer una serie de posibilidades, que sólo pueden ser vislumbradas por quienes hayan profundizado y desarrollado una claridad absoluta sobre su estilo. Pocos cineastas son capaces de llegar a detentar dicha claridad. Con una filmografía simétrica, elegante y fácilmente identificable, Wes Anderson es uno de ellos.

Con éxito ha incursionado tanto en el territorio del live action, como en el de la animación, y con ello ha amasado a una cantidad enorme de seguidores. Sus películas son mundialmente conocidas y sus repetidas nominaciones a una vastedad de premios internacionales le han calificado como una personalidad de alto prestigio dentro de la industria. Tanto The Royal Tenenbaums (2001), como Moonrise Kingdom (2012) fueron nominadas a mejor guion original por la academia en sus respectivos años y su película animada Fantastic Mr. Fox (2009) tuvo nombramiento en la categoría de mejor película de animación. Una de sus películas más celebradas entre la audiencia en general es The Grand Budapest Hotel (2014), la cual le valió la escaza suma de 11 nominaciones a los Premios BAFTA, 9 a los Premios Óscar y 4 a los Globos de oro.

La historia relata las peripecias de un refinado conserje, de un hotel prestigioso y elegante, y su nuevo amigo, un botones recién contratado, al involucrarse directamente en una disputa clásica y turbulenta de una familia por la herencia de una anciana recién fallecida. El guion esta enmarcado en el periodo entre guerras y, aunque el tema se haya tratado jocosamente, la sensación final se acerca más a la de desasosiego que a la de diversión.

Contar con un narrador omnisciente que acompañe los eventos acontecidos en la historia tiene un alto nivel de complejidad, tener dos requiere un despliegue de destreza inmenso. Sin miedo a enrevesar su historia, Wes Anderson lleva acabo esta técnica por medio de un doble flashback anudado. El primer narrador es el escritor de un aclamado libro contando la historia de la inspiración detrás de la novela en cuestión. El segundo narrador es Mr. Zero Moustafa (el botones), quien le relata la historia de cómo llegó a ser dueño del Gran Hotel Budapest a una versión joven del novelista antes mencionado. Suena a una maraña de hilos argumentales difícil de seguir, pero la realidad es que son desarrollados de tal forma que la confusión deja de ser un problema y la técnica se vuelve objeto de fascinación.

Los personajes son un pilar fundamental de este guion. A pesar de tratarse de una narración coral, todos y cada uno de ellos son peculiares e interesantes. Los protagonistas embelesan con si inagotable carisma y los villanos son realmente atemorizantes. Propio del estilo del realizador, no son personajes atenidos a la realidad, más bien se trata de personajes irrisorios y exagerados acorde al mundo ficticio al que pertenecen. No son realistas, pero eso no quiere decir que no sean verosímiles dentro de la realidad en la que habitan.

La historia está estructura por capítulos. En total son cinco y un epílogo. Se podría pensar que los capítulos son un elemento únicamente concerniente al arte escrito y no es una aseveración errónea, pero, como pasa a menudo, el cine se ayuda de diversas artes para lograr diferentes objetivos. En este caso, los capítulos refuerzan la idea de que la historia principal es un libro dentro del mundo de la película y no hace más que añadirle más matices a una obra ya de por sí compleja.

En el primer capítulo, titulado M. Gustave se introduce a un Hotel Budapest gloriosamente coronando la cima del éxito. De entre sus relucientes paredes, resalta M. Gusteve el conserje a cargo de la buena funcionalidad del hotel. Quien, tras despedirse de Madame D, entrevista exhaustivamente a Zero y le da la bienvenida a su nuevo trabajo.

Madame C.V.D.u.T. es el nombre del segundo capítulo y es en el que los problemas comienzan a arremolinarse entorno a los personajes. M. Gustave recibe la noticia del deceso de Madame D y decide, junto con Zero, ir a despedirse de ella. Ahí se entera que ella le legó una valiosa pintura y ante la reacción enfurecida de sus familiares, decide tomarla furtivamente y huir de la mansión. Al terminar el capítulo, M. Gustave es arrestado bajo el cargo del asesinato de Madame D.

Check-point 19 Criminal Internment Camp es el capítulo más divertido. Es en el que Agatha, la novia de Zero quien es una habilidosa repostera, se embarca en un plan para ayudar a M. Gustave a escapar de la cárcel. El plan y su ejecución tiene un dinamismo tenso y divertido digno de ser leído y disfrutado.

Tras un largo recorrido cargado de secretismo, es en The Society of the Crossed Keys en el que el misterio sobre quien es el realmente el asesino de Madame D se resuelve y da pie a una estrepitosa y trepidante persecución que termina con la resolución de los protagonistas por dar por terminado el asunto.

Finalmente, es en The Second Copy of the Second Will en la que la historia termina. Se descubre un segundo testamento en el que Madame D. lega toda su fortuna a M. Gustave en caso de que ella muera asesina. Sus familiares huyen de la justicia y todo acaba bien para los protagonistas. Por lo menos a primera instancia. Durante un viaje en tren, M. Gustave muere protegiendo a Zero y después de dos años, Agatha sucumbe a una enfermedad y muere.

En el epílogo se retoma la narración del novelista y Mr. Zero Moustafa confiesa que la razón por la cual conserva el hotel con tanto afán es porque es su último vínculo con Agatha. Un final desgarrador y altamente contrastante con el carácter cómico de la obra.

El guion en su totalidad es un escrito complejo al que vale la pena someterlo a un escrutinio concienzudo y meticuloso para desentrañar todo lo que en él se esconde. Sin duda, es después de varias lecturas con las que se pueden entender a profundidad los múltiples matices que lo atenazan.

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